Pura charla
Por: María Camila Dávila Bermúdez
Hay una leyenda japonesa que dice que si armas mil
grullas de papel y pides un deseo, se hará realidad. La leyenda es también
conocida como «una leyenda para la esperanza». Yo me enteré de esto
mucho después de que fuera significativo en mi vida. Un día de esos que
transcurría en la cama por mi enfermedad, cansada y sin hacer mucho, mis amigas
del colegio me llevaron a la casa una bolsa gigante llena de grullas de papel.
No recuerdo muy bien qué me dijeron, de hecho, pienso que no mencionaron la
leyenda, pero sí tengo la imagen muy nítida de las grullas de papel en la bolsa
de plástico. De hecho, recuerdo que cogí algunas de las que estaban por encima
y pasaba ratos así, detallándolas.
Al poco tiempo, las grullas dieron a parar al depósito
porque con tanto movimiento (las salidas al hospital, la entrada de las
enfermeras y de las visitas) la bolsa obstaculizaba el paso. Mucho después,
cuando creíamos que ya podíamos dar por cerrado el ciclo de la enfermedad,
sacamos las grullas (ya con más conocimiento de la leyenda) y decidimos hacer
un evento en el colegio para agradecer a toda la gente que siempre estuvo tan
pendiente de mí. En este evento atamos las grullas de papel a globos de helio y
las soltamos al tiempo, simbolizando así que podíamos dejar ir algo tan duro en
compañía de mucha de la gente que siempre había estado con nosotros.
Hace unos meses Vanessa Villegas, mi editora, me
mandó la propuesta de portada y desde el principio me gustó mucho. Sabía que los
diseñadores habían propuesto incluir figuras de origami en el diseño, pero no
pensé que llegaran a proponer una portada como esta: llena de grullas y pájaros
de papel. En ese momento, entre el entusiasmo y los nervios, pasé por alto todo
lo que esto había significado, hasta que un día conecté los cables: algo tan
importante para mí, algo que no había contado en el libro, al final hacía parte
de él. Llamé a Vane y le conté sorprendida la gran coincidencia. De hecho, le
conté con detalles la historia de las grullas que tanto me llenaba de emoción,
una historia que sorprendentemente nunca le había contado. La historia de las
grullas de papel se embolató entre tantas otras que marcaban de dolor lo que
había sido estar enferma. Vane me dijo que esta no había sido ninguna coincidencia,
que mi tía Mary le había contado de las grullas de papel y que ella, a su vez, le
había contado a Francisco, para que basaran el diseño en esto. «De eso se trata el proceso
editorial” me dijo “de compaginar todo de forma silenciosa».
Compaginar. Siento que de eso se trató todo el
proceso de escribir un libro. No solo en la parte final, sino que durante todo
el tiempo compaginó la persona que soy hoy en día.
Al principio no imaginé la magnitud de lo que sería
escribir un libro, no tanto por el tiempo que toma, sino por la cantidad de
sentimientos que evoca y más en este caso donde lo que tenía que contar no era
del todo agradable. Debimos no solo buscar un lenguaje y una forma adecuada de
narrar, sino también encontrar los momentos en los que yo tuviera las fuerzas y
las ganas para escribir algo, y quedar contenta con el resultado. Al fin y al
cabo, estaba dejando al descubierto todo lo que había sido y todo lo que soy con
cada palabra y necesitaba estar completamente tranquila y satisfecha con cada
texto que le entregaba a Vane. Pasamos por etapas de muchos bloqueos mentales
causados por el dolor de evocar los recuerdos y también por el proceso que
debía atravesar en ese momento: ¿Cómo volver a vivir una vida «normal»? Había días en los que me
había ido mal en el colegio, días en los que la cotidianidad me recordaba con
más fuerza todo lo que el cáncer se había llevado y otros en los que estaba tan
adentrada en la vida normal que el amor y el desamor no me dejaban escribir.
Entonces, pasamos por talleres de escritura, por carteleras gigantes en la
pared, por leer testimonios, pero también por largas charlas tomando café en
las que Vane escuchaba cada uno de los problemas que llegaban a mi vida en la
medida en que me adentraba más en ella. Los avances no se notaban casi en ese
momento, todo el proceso de escribir un libro y tenerlo físicamente se veía lejano.
Hoy en día, hay veces en las que me quedo pensando
en la María Camila que era antes y en la que hubiera podido ser si no me
hubiera enfermado. Me da nostalgia visualizar lo que tenía y lo que pude haber
sido. Pero gracias al proceso que viví este último año me doy cuenta de que tal
vez esa María Camila no habría tenido la valentía para sacar muchas cosas
adelante, para ser la persona que realmente soy. Este libro significa muchísimo
para mí, porque no solo me permitió revivir el pasado desde otra perspectiva
sino porque también me ayudó a entender y a formar la persona que hoy en día soy.
Este libro narra un pasado y construye un
presente.
Muchos de ustedes ya sabrán por qué el libro se
llama «En
bus a Santa Marta»,
muchos otros creyeron que el lanzamiento era en Santa Marta y nos íbamos en
bus… El título surgió de uno de mis capítulos favoritos donde hablo de mi
oncóloga Carolina. Ella me rescató de muchos momentos críticos anímicamente,
uno de esos se sentó en el sofá al lado de mi cama y me dijo que tener
quimioterapia, vivir un cáncer, era como un viaje en bus a Santa Marta en el que
te mareabas, te tropezabas, quería tirarte por la ventana del desespero pero
que al final, si lo hacías, si dejabas que todos estos sentimientos te ganaran,
no llegarías a tu destino, no cumplirías tu meta.
Hace unos días me llegó un correo que me conmovió
profundamente y que me gustaría compartirlo con ustedes:
«Camila.
Recibe un abrazo muy especial.
Me he enterado a través de la Dra. Mary
Bermúdez acerca del lanzamiento de tu libro. Créeme que a pesar de que no puedo
asistir al lanzamiento y tampoco he podido ir a hacer la consignación te he
pensado mucho y te deseo lo mejor. Yo también
tuve un viaje “en bus a Santa Marta” y aunque me imagino que la ruta fue
diferente, los tropiezos en el viaje debieron ser muy similares. Por eso te
admiro y como muchos otros pasajeros que logramos llegar a Santa Marta, te
deseo lo mejor del mundo y te aseguro que cosas muy buenas y lindas vienen para
ti. Con
respeto y admiración en esta lucha, te mando un abrazo muy grande y te deseo
muchos éxitos. Ruth Elena
Cardona M»
Cuando leí este correo supe que mi objetivo se
había cumplido. Supe que transmitiría todo lo que en un momento fue dolor y lo
convertiría ahora en fortaleza.
Así como a Ruth Elena le debo mil agradecimientos,
a muchísima gente también. Una de las cosas más difíciles del libro fue
escribir los agradecimientos porque, como ya lo he dicho en varias ocasiones,
este triunfo estar sana hoy en día se lo debo a todas las personas que me
acompañaron de mente, de corazón durante este proceso. Quiero tomarme un
momento para agradecer de forma más amplia.
Quiero empezar a agradecer a una persona que ya no
está aquí con nosotros y a quien va dedicado mi libro. Jaime murió hace un año,
batalló mi misma enfermedad y me mostró un lado completamente diferente de
esta. Este hombre estaba siempre lleno de una vitalidad, de un optimismo, de un
amor que irradió siempre. A Jaime y a su familia, gracias por permitirme hacer
parte de su vida.
Quiero agradecer a mi equipo médico. Dr. Javier
Muñoz, a la Dra. Carolina Guzmán, al Dr. Enrique Arango, a Patricia Barón y
Juanita Alarcón, a la Dra. Alejandra Cañas, y a todos los especialistas que
fueron parte de mi tratamiento.
El personal de colegio por haber estado tan
pendientes de mí, y haberme facilitado la vida cuando venía al colegio en silla
de ruedas. A Leo, Giselle y Angelita, las enfermeras del colegio, a quienes
quiero profundamente.
Por otro lado, quisiera agradecer a todos los
compañeros de trabajo de mi mamá que estuvieron siempre tan pendientes de mí y
de ella y le dieron la libertad para poder estar conmigo en todo momento.
Mis profesores: Stefano, Marisol, Diana González,
Amelie, Vanessa, Violeta, Darío, Marcos Stizza, Suaza, Karin, Cian, Lorena,
John, Isaías, Sandra, Pablo Acosta, Diana Pérez, Santo Paolo, Nelson, Adrián,
Laura Montoa y Claudia Rodríguez. Un especial agradecimiento a la señora Elvira
Chica. Quiero hacer una mención especial a la señora Ambrosi quien además de
ser la directora del Liceo, me cuida y anima como si fuera mi mamá.
En general quiero agradecer a todos los alumnos del
colegio por haber estado pendientes de mí.
Particularmente quiero agradecer a mi generación,
en especial a mis compañeros de curso. Gracias a María Pérez, Gianluca Sesana, Juliana
Heshusius, Sofía Sánchez, Juanita Murcia, Juanita Suárez, Mariana Hofstteter. A
Melissa Robles quien estuvo a mi lado durante todo este proceso.
A la familia Dávila y a toda la familia Bermúdez.
Sin su cariño y amor incondicional nada de esto habría sido posible.
A mi grupo editorial: Catalina Vargas, Francisco
Toquica y a la editorial Caín Press. A Laura Quintana, Martha Jordán por
sumarse con sus presentaciones a este momento.
Más que mi editora, quiero agradecer a mi amiga
Vanessa Villegas, quien no solo influenció el proceso de escritura sino quien
amplió mi visión del mundo y me ayudó a ser quien soy ahora. Por último, quiero
agradecer a las dos personas que han estado conmigo siempre: mi mamá y mi
hermana a quienes amo profundamente y a quienes les debo muchos de mis triunfos.
Hoy, finalmente, termino está experiencia, cierro un ciclo y empiezo a escribir
una historia completamente diferente.
Gracias a todos. (miércoles 5 de abril de 2017)
NOTA: para comprar En bus a Santa Marta pueden contactar a María Camila Dávila por su cuenta de instagram aquí o a Caín Press aquí.