Por: Vanessa Villegas Solórzano
Para mi papá votar es
prácticamente una obligación. Él es un convencido de este ejercicio de la
democracia, una democracia que la mayoría de las veces se parece más a un acto
de fe que a una suma de probabilidades, aquí y en todo el mundo. Mi papá nunca
ha dejado de votar, sin embargo, desde hace años decidió votar en blanco,
convencido, como lo están muchos ciudadanos, de que esta es la mejor manera de
castigar a los políticos por sus malas prácticas y pésimos servicios a la
ciudadanía. Cada vez que se acerca la época de elecciones le pregunto qué
piensa hacer y me contesta que va a votar en blanco. Y como si fuera una
canción puesta en “repeat” yo le digo que eso es como tirar una piedra en medio
del océano.
El auge del voto en blanco para
las elecciones que se aproximan tiene varias explicaciones posibles, desde la
pérdida de confianza en la democracia, pasando por la falta de candidatos con
los que la gente se sienta representada, hasta el castigo a los políticos
tradicionales o la total carencia de credibilidad en las instituciones. Pero no
estamos en la ciudad sin nombre del “Ensayo sobre la lucidez” de Saramago en
donde ganó el voto en blanco, los ciudadanos se empoderaron de su libertad de
elección y le dieron una lección de ética a los políticos, a pesar de las
represalias. Aquí cabe preguntarse si en el país que vivimos hoy, ahora, lo que
ocurrió en esta novela podría llegar a ser real.
Vale la pena recordar los dos
casos en los que el voto en blanco ya fue ganador en nuestro país: el primer
caso se dio en Susa, Cundinamarca en 2003 y en 2011 fue en el municipio de
Bello, Antioquia. Y vale la pena, sobre todo, porque el ejemplo de Bello nos
mostró que votar en blanco no es suficiente para cambiar las cosas.
En "La paradójica historia del voto en blanco en Bello" La Silla Vacía
recogió muy bien los antecedentes y consecuencias de la esperanzadora elección
del voto en blanco en ese municipio antioqueño que hace parte del área
metropolitana de Medellín. Una versión resumida de lo ocurrido allí sería la
siguiente: en Bello ganó el voto en blanco ante una elección que solo tenía un
candidato, un político cuestionado, heredero de los tradicionales caciques de
la zona. Una vez se convocó a la segunda elección, los partidos se alinearon
alrededor de nuevos candidatos y los ganadores fueron los mismos caciques
políticos que aparentemente habían sido derrotados en la primera elección. Los
perdedores fueron los ciudadanos, o en palabras de la Silla Vacía “el voto en
blanco, que tanta ilusión generó en las elecciones pasadas, esta vez podría
confirmar una vez más, la habilidad del poder político tradicional para
ajustarse a las circunstancias”.
El movimiento de Los Indignados lleva años inundando las calles españolas. Desde
que comenzó la crisis en ese país, alrededor de 2008, los cientos de
manifestantes se convirtieron en miles y todos, en apariencia, buscaban los
mismos objetivos: reforma política y fiscal, amortiguación de la deuda, acceso
a la educación, derecho a una vivienda digna y a la salud, rechazo a la
corrupción estatal y bancaria, entre otras. En medio de la crisis y del auge de
Los Indignados hubo elecciones presidenciales en España. ¿Por quién votaron los
cientos de miles de indignados? ¿Votaron? ¿Cómo fue posible que con un
movimiento en pleno apogeo y con semejante crisis, los españoles hayan elegido
a Mariano Rajoy como presidente? Puede ser una apreciación muy a la ligera,
pero el triunfo de Rajoy, un político conocido, de un partido tradicional y de
derecha, habla muy mal de la capacidad de acción de Los Indignados.
Quienes promueven el voto en
blanco en Colombia tienen razones suficientes para sentirse parte o voceros de
los indignados locales. Y, ¿qué van a hacer quienes votan en blanco si salen
ganadores en estas elecciones? ¿Cuál es su plan a seguir? ¿Van a esperar a que
los partidos políticos y los políticos de siempre saquen del costal a sus
sucesores o se adapten, como suelen hacerlo, a las nuevas circunstancias? ¿Los
promotores del voto en blanco y los votantes se van a lanzar a la política?
Algunos analistas citados por los medios sugieren que el voto en blanco es una elección perezosa (Semana) . Dicen que, por un lado, alegar que no hay candidatos que representen nuestras preocupaciones es la disculpa perfecta para evitar el debate político, leer los programas de gobierno y conocer a los aspirantes a los comicios. Por otro, sugieren que al elegir al voto en blanco nos lavamos las manos una vez la elección tuvo lugar, porque bajo esa lógica, no nos sentimos responsables de las acciones de nuestros gobernantes y tenemos derecho a la queja eterna. Me parece que calificar a los electores del voto en blanco de holgazanes o perezosos es demasiado fuerte, de hecho, retomo el ejemplo de mi papá: él vota en blanco, no es perezoso frente al debate político, ni se desentiende de sus responsabilidades políticas, ni siente que sus derechos políticos fundamentales se menoscaben por no elegir entre los nombres de las listas. De hecho, mi papá siente que ejerce plenamente sus derechos y deberes como ciudadano al elegir el voto en blanco.
La dinámica cotidiana nos ha hecho
olvidar que la política la construimos todos, cada día, todos los días, con
nuestro pensamiento y nuestra acción en comunidad. La política es de todos, la
hacemos todos en el día a día. Es un error pensar que la política es una cosa
corrupta cuando quienes son corruptas son las personas. Teniendo esto en
cuenta, sí se hace necesario que los ciudadanos de a pie, que hacemos política
cuando discutimos estos temas y tenemos en nuestra cabeza la idea de un mundo
mejor y posible, seamos consecuentes con lo que pensamos. En otras palabras,
que evaluemos cuáles son las consecuencias de votar en blanco y si estamos
dispuestos a asumirlas.
Y es que el voto hace parte de la
responsabilidad ciudadana, pero esta ni comienza ni termina allí. El voto es
uno de los pasos, mas no el único, de una cadena de acciones que nos llevan a
ejercer control, estar pendientes de los programas, las inversiones y la
situación del entorno. Un buen ejemplo lo pusieron las mujeres en los años 50
cuando recorrieron el país de punta a punta buscando promover un cambio
constitucional que les permitiera tener derecho al voto. Cientos de mujeres se
sumaron a aquellos candidatos que estaban de acuerdo con su sufragio y una vez
elegidos, ellas, tan presentes como estuvieron durante las campañas, se
mantuvieron firmes en su exigencia para ver dicha promesa hecha una realidad.
No fue suficiente con que sus candidatos salieran elegidos, la lucha solo se
llamó triunfo cuando ellas pudieron acercarse por primera vez a las urnas en
las mismas condiciones que lo hacían los demás ciudadanos de este país y
entonces, se dedicaron a comunicarle a todas las mujeres de Colombia que el
cambio lo podía hacer cada una de ellas a través de su participación en los
debates, en la construcción de propuestas, y por supuesto con el voto, su voto.
Como esas mujeres, las víctimas,
la población LGTBI y las mujeres de hoy, tenemos claro qué es lo que no debemos
permitir, tenemos claro quiénes son los políticos y los partidos que favorecen
o incitan la vulneración de nuestros derechos. En esta, como en pocas
elecciones, deberíamos tomarnos el trabajo de escoger a nuestros
representantes, en lugar de que otros escojan por nosotros y evitar así que el
caso de Los Indignados españoles o del fastidioso caso del voto en blanco de
Bello se repita.
Cualquiera que sea la elección: no
votar, votar en blanco o escoger candidato es respetable. Sin embargo debemos
preguntarnos en dónde estamos parados para tomar esta decisión, qué queremos
hacer y cuánto estamos dispuestos a hacer. Y si bien Ricardo Silva tiene razón y en estas elecciones los candidatos parecen ser
un regreso al pasado, vale totalmente la pena retomar una frase de Tostao de
Chocquibtown cuando le dijeron que un artista no debe meterse en política: "Yo soy artista, pero también soy ciudadano. Si dejo de meterme en política estaría actuando como a quien no le importa su país."
Así, con la posibilidad de estar
equivocados, pero con la certeza de estar haciendo algo que va más allá de la
queja, insisto en que justamente en estas, como en pocas elecciones de senado y
cámara que yo haya presenciado, es en las que hay que votar.
2 comentarios:
yo siempre, he votado en blanco
Hace mucho tiempo que voto, casi siempre es posible encontrar algún candidato que merezca el respeto y el voto... En esta ocasión solo votaré en blanco para Parlamento Andino...
Publicar un comentario