miércoles, 19 de febrero de 2014

Indignados de blanco


Por: Vanessa Villegas Solórzano

Para mi papá votar es prácticamente una obligación. Él es un convencido de este ejercicio de la democracia, una democracia que la mayoría de las veces se parece más a un acto de fe que a una suma de probabilidades, aquí y en todo el mundo. Mi papá nunca ha dejado de votar, sin embargo, desde hace años decidió votar en blanco, convencido, como lo están muchos ciudadanos, de que esta es la mejor manera de castigar a los políticos por sus malas prácticas y pésimos servicios a la ciudadanía. Cada vez que se acerca la época de elecciones le pregunto qué piensa hacer y me contesta que va a votar en blanco. Y como si fuera una canción puesta en “repeat” yo le digo que eso es como tirar una piedra en medio del océano.

El auge del voto en blanco para las elecciones que se aproximan tiene varias explicaciones posibles, desde la pérdida de confianza en la democracia, pasando por la falta de candidatos con los que la gente se sienta representada, hasta el castigo a los políticos tradicionales o la total carencia de credibilidad en las instituciones. Pero no estamos en la ciudad sin nombre del “Ensayo sobre la lucidez” de Saramago en donde ganó el voto en blanco, los ciudadanos se empoderaron de su libertad de elección y le dieron una lección de ética a los políticos, a pesar de las represalias. Aquí cabe preguntarse si en el país que vivimos hoy, ahora, lo que ocurrió en esta novela podría llegar a ser real.
Vale la pena recordar los dos casos en los que el voto en blanco ya fue ganador en nuestro país: el primer caso se dio en Susa, Cundinamarca en 2003 y en 2011 fue en el municipio de Bello, Antioquia. Y vale la pena, sobre todo, porque el ejemplo de Bello nos mostró que votar en blanco no es suficiente para cambiar las cosas.

En "La paradójica historia del voto en blanco en Bello" La Silla Vacía recogió muy bien los antecedentes y consecuencias de la esperanzadora elección del voto en blanco en ese municipio antioqueño que hace parte del área metropolitana de Medellín. Una versión resumida de lo ocurrido allí sería la siguiente: en Bello ganó el voto en blanco ante una elección que solo tenía un candidato, un político cuestionado, heredero de los tradicionales caciques de la zona. Una vez se convocó a la segunda elección, los partidos se alinearon alrededor de nuevos candidatos y los ganadores fueron los mismos caciques políticos que aparentemente habían sido derrotados en la primera elección. Los perdedores fueron los ciudadanos, o en palabras de la Silla Vacía “el voto en blanco, que tanta ilusión generó en las elecciones pasadas, esta vez podría confirmar una vez más, la habilidad del poder político tradicional para ajustarse a las circunstancias”.

El movimiento de Los Indignados lleva años inundando las calles españolas. Desde que comenzó la crisis en ese país, alrededor de 2008, los cientos de manifestantes se convirtieron en miles y todos, en apariencia, buscaban los mismos objetivos: reforma política y fiscal, amortiguación de la deuda, acceso a la educación, derecho a una vivienda digna y a la salud, rechazo a la corrupción estatal y bancaria, entre otras. En medio de la crisis y del auge de Los Indignados hubo elecciones presidenciales en España. ¿Por quién votaron los cientos de miles de indignados? ¿Votaron? ¿Cómo fue posible que con un movimiento en pleno apogeo y con semejante crisis, los españoles hayan elegido a Mariano Rajoy como presidente? Puede ser una apreciación muy a la ligera, pero el triunfo de Rajoy, un político conocido, de un partido tradicional y de derecha, habla muy mal de la capacidad de acción de Los Indignados.

Quienes promueven el voto en blanco en Colombia tienen razones suficientes para sentirse parte o voceros de los indignados locales. Y, ¿qué van a hacer quienes votan en blanco si salen ganadores en estas elecciones? ¿Cuál es su plan a seguir? ¿Van a esperar a que los partidos políticos y los políticos de siempre saquen del costal a sus sucesores o se adapten, como suelen hacerlo, a las nuevas circunstancias? ¿Los promotores del voto en blanco y los votantes se van a lanzar a la política?

Algunos analistas citados por los medios sugieren que el voto en blanco es una elección perezosa (Semana) . Dicen que, por un lado, alegar que no hay candidatos que representen nuestras preocupaciones es la disculpa perfecta para evitar el debate político, leer los programas de gobierno y conocer a los aspirantes a los comicios. Por otro, sugieren que al elegir al voto en blanco nos lavamos las manos una vez la elección tuvo lugar, porque bajo esa lógica, no nos sentimos responsables de las acciones de nuestros gobernantes y tenemos derecho a la queja eterna. Me parece que calificar a los electores del voto en blanco de holgazanes o perezosos es demasiado fuerte, de hecho, retomo el ejemplo de mi papá: él vota en blanco, no es perezoso frente al debate político, ni se desentiende de sus responsabilidades políticas, ni siente que sus derechos políticos fundamentales se menoscaben por no elegir entre los nombres de las listas. De hecho, mi papá siente que ejerce plenamente sus derechos y deberes como ciudadano al elegir el voto en blanco.

La dinámica cotidiana nos ha hecho olvidar que la política la construimos todos, cada día, todos los días, con nuestro pensamiento y nuestra acción en comunidad. La política es de todos, la hacemos todos en el día a día. Es un error pensar que la política es una cosa corrupta cuando quienes son corruptas son las personas. Teniendo esto en cuenta, sí se hace necesario que los ciudadanos de a pie, que hacemos política cuando discutimos estos temas y tenemos en nuestra cabeza la idea de un mundo mejor y posible, seamos consecuentes con lo que pensamos. En otras palabras, que evaluemos cuáles son las consecuencias de votar en blanco y si estamos dispuestos a asumirlas.

Y es que el voto hace parte de la responsabilidad ciudadana, pero esta ni comienza ni termina allí. El voto es uno de los pasos, mas no el único, de una cadena de acciones que nos llevan a ejercer control, estar pendientes de los programas, las inversiones y la situación del entorno. Un buen ejemplo lo pusieron las mujeres en los años 50 cuando recorrieron el país de punta a punta buscando promover un cambio constitucional que les permitiera tener derecho al voto. Cientos de mujeres se sumaron a aquellos candidatos que estaban de acuerdo con su sufragio y una vez elegidos, ellas, tan presentes como estuvieron durante las campañas, se mantuvieron firmes en su exigencia para ver dicha promesa hecha una realidad. No fue suficiente con que sus candidatos salieran elegidos, la lucha solo se llamó triunfo cuando ellas pudieron acercarse por primera vez a las urnas en las mismas condiciones que lo hacían los demás ciudadanos de este país y entonces, se dedicaron a comunicarle a todas las mujeres de Colombia que el cambio lo podía hacer cada una de ellas a través de su participación en los debates, en la construcción de propuestas, y por supuesto con el voto, su voto.

Como esas mujeres, las víctimas, la población LGTBI y las mujeres de hoy, tenemos claro qué es lo que no debemos permitir, tenemos claro quiénes son los políticos y los partidos que favorecen o incitan la vulneración de nuestros derechos. En esta, como en pocas elecciones, deberíamos tomarnos el trabajo de escoger a nuestros representantes, en lugar de que otros escojan por nosotros y evitar así que el caso de Los Indignados españoles o del fastidioso caso del voto en blanco de Bello se repita.

Cualquiera que sea la elección: no votar, votar en blanco o escoger candidato es respetable. Sin embargo debemos preguntarnos en dónde estamos parados para tomar esta decisión, qué queremos hacer y cuánto estamos dispuestos a hacer. Y si bien Ricardo Silva tiene razón y en estas elecciones los candidatos parecen ser un regreso al pasado, vale totalmente la pena retomar una frase de Tostao de Chocquibtown cuando le dijeron que un artista no debe meterse en política: "Yo soy artista, pero también soy ciudadano. Si dejo de meterme en política estaría actuando como a quien no le importa su país."

Así, con la posibilidad de estar equivocados, pero con la certeza de estar haciendo algo que va más allá de la queja, insisto en que justamente en estas, como en pocas elecciones de senado y cámara que yo haya presenciado, es en las que hay que votar.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La raza de la ciencia



Por: Vanessa Villegas Solórzano

“Según las historias contadas, yo debería ser 100% blanco. Pero no lo soy. Mi rostro es, digamos, el rostro común de un peruano. Un rostro que habla de un innegable proceso de mestizaje, del que nunca se habló en casa. Y si algo tan evidente como mi rostro no era cierto, ¿qué de las historias de familia?”  Javier Lizarzaburu

Para todos parece ser obvio que, en cuestiones científicas, si obtenemos el mismo resultado a partir de diversas pruebas, la conclusión tiene que ser verdadera, o al menos eso es lo que nos enseñan. Ensayo, prueba y error son las bases de la experimentación científica que busca corroborar hipótesis para convertirlas en tesis sólidas, irrefutables y ante todo, verdaderas.

Junto con la cultura y las creencias religiosas, las ciencias son el pilar de lo que pensamos. La evidencia científica comprende una buena parte de lo que somos, de lo que hacemos, pues ella es el soporte del pensamiento occidental. La otra cara de estos tres pilares es que, ciencia, cultura y creencias religiosas también son agentes poderosos que permiten movilizar masivamente a las personas hacia un objetivo. Solo hace falta hablar de epidemias y ataques biológicos para que los ciudadanos reaccionemos en bloque hacia una dirección específica en busca de protección.

En los estudios genéticos que pretenden ayudarnos a entender quiénes somos, se suman los tres pilares de construcción de identidad antes mencionados, todos con un papel protagónico: los datos científicos llegan a comprobar lo que nos han contado las familias acerca del lugar de dónde venimos y quiénes han sido nuestros antepasados. De ahí que tenga tanto eco cada vez que uno de estos experimentos cuestiona nuestro origen, porque pone en tela de juicio la definición personal que tenemos y hemos construido ante el mundo.

Fechado el 9 de febrero de 2014, el periódico El Tiempo de Bogotá publicó “Los antioqueños, con genética europea”* una investigación que llega a la conclusión, como su título lo sugiere, de que el componente genético europeo de los antioqueños es superior al de otras poblaciones colombianas. El estudio, nuevamente, hace parte de los resultados del Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica CANDELA y lo realizó el grupo de genética molecular de la Universidad de Antioquia GENMOL, a cargo de Gabriel Bedoya, como lo cita el artículo. Hace varios años en 2006, el periódico antioqueño El Colombiano ya había publicado un estudio titulado "Los antioqueños son europeos en un 80%" que estuvo colgado en Wikipedia como lo mencioné en un artículo anterior (Pura sangre) con las mismas fuentes (GENMOL y CANDELA). Sin embargo, el propósito de las investigaciones no queda del todo claro. 

En la página en la que se describe el objetivo del proyecto CANDELA se puede leer: “En otras palabras, intentamos explorar las complejas relaciones entre factores sociales y biológicos que conforman nuestras ideas acerca de la identidad étnica y la “raza”, examinando detenidamente las  motivaciones de la investigación biológica en poblaciones Latinoamericanas” . Y en la página que corresponde al grupo GENMOL de la U. de A. se puede leer la siguiente descripción: “En este proyecto proponemos crear una Red Internacional enfocada al estudio multidisciplinario de la evolución de las poblaciones latinoamericanas. Planeamos evaluar estadísticamente la relación entre las estimaciones genéticas de ancestría individual, fenotipos “raciales” y actitudes relacionadas a la identidad “racial”… Este trabajo aportará datos únicos sobre el mestizaje, la percepción pública de “raza” y “ancestría” y sobre la genética de la apariencia física humana.” 

En ambos casos la palabra raza, que parece ser determinante en la investigación, no está definida y deja a los lectores como yo con un interrogante aún mayor: ¿Cuál es la identidad racial de los antioqueños y en qué se diferencia con su “percepción pública de raza”? ¿Para qué les sirve? ¿Qué significa, para el caso de los antioqueños, ser más europeos? Y, ¿qué se busca con estos resultados? ¿A quién benefician? ¿Qué pretenden hacer con los resultados obtenidos? Qué significado tiene la palabra raza en la antropología actual, y más allá de la antropología, qué significa esta palabra para los genetistas, en particular para quienes están participando de estas investigaciones. ¿Qué objetivo persiguen al publicar una noticia como esta en un periódico de circulación nacional?

Los Estatutos de limpieza de sangre se crearon durante la Inquisición como un mecanismo de discriminación legal hacia las minorías españolas conversas. Esta institución española medieval se transformó una vez llegó al continente americano, dejándonos como herencia la necesidad de demostrar nuestro origen español para acceder a las posiciones de poder de la administración pública que eran reservadas para quienes pudieran demostrar sangre española, como lo señala el escritor peruano Javier Lizarzaburu en su trabajo ¿Quién diablos soy?. Allí, el escritor, quien también se sometió a una prueba genética invitado por la revista National Geographic, escribió un diario en la página web de BBC Mundo mientras esperaba el resultado de los exámenes genéticos que pretendían identificar no solo sus orígenes, sino las posibles migraciones y mestizajes de generaciones anteriores a él. Resulta emocionante leer cada una de las trece entregas del peruano, en las que las preguntas sobre su origen se van transformando a medida que se acercan los días para la entrega del resultado genético.

Lizarzaburu, como se puede leer en la cita inicial de este artículo, encuentra un vacío entre la historia de su familia y su propia apariencia física. Como ocurrió en su caso, parecería suficiente con salir a las calles de Medellín o a cualquiera de los pueblos de Antioquia, encontrarse con la diversidad de colores y formas de la gente para darnos cuenta de que los antioqueños somos una mezcla de razas, sin embargo, los estudios de GENMOL Y CANDELA que cuentan con el respaldo del University College of London, por segunda vez dan una prueba científica de que lo que vemos es distinto a lo que somos.

Curioso que en época preelectoral, con pocas mujeres en las listas a senado y cámara (La Silla Vacía), con delfines y herederos políticos en campaña, con un expresidente encabezando una lista al senado, esta investigación esté circulando de nuevo como si estuviéramos en épocas coloniales y ellos tuvieran que demostrar que hay hombres más aptos para gobernar a otros y esos hombres son de origen europeo, científicamente comprobado. Cabe preguntarse respecto a estos estudios de “europeidad” antioqueña si estamos hablando de la ciencia de la raza o la raza de la ciencia y si en Antioquia, como lo pregunta Pascual Gaviria en su artículo "Encuestas paisas", las conclusiones científicas las sacan "un buen grupo de antioqueños, con verdades para el papel carbón y mentiras de entrevista de trabajo”.

*NOTA: a la hora de subir esta columna, el título del artículo de El Tiempo ya había sido modificado, así como su contenido, sin embargo, todavía se puede ver cuál fue la titulación original en el permalink.