Por: Adrián Villa Dávila
Uno no sabe que es peor, que elijan a Uribe o a uno de sus clones pixelados.
En una de sus entrevistas como candidato presidencial, Andrés Felipe Arias se refiere de manera descarada a la delicada situación de los falsos positivos. Sin siquiera hacer una aclaración objetiva del contexto o al menos una referencia sensible sobre las víctimas que ha cobrado el ejército, arremete directamente contra los supuestos difamadores de la Fuerza Pública. Según dice el exministro, al parecer hay personas inescrupulosas que están valiéndose de los falsos positivos para demandar militares y así ganarse unos pesitos. De hecho, argumenta que tales personas son "bandidos" y "compinches ideológicos" de la guerrilla, que están convenciendo a campesinos y personas humildes para que realicen estas demandas.
Hay tanto por comentar que no sé por dónde empezar. Quisiera comenzar por describir los gestos torpes de Arias, pero de inmediato se revelan tan ridículos que me empujan las ganas de hablar sobre la insensatez de sus argumentos: es asombrosa la ingenuidad con la que se aproxima a un tema tan delicado y complicado. Un gobierno que ha instigado a sus instituciones y funcionarios por todos los medios (burocráticos, legales, retóricos, bélicos, morales, financieros, dicharacheros...) a entregar cifras, a producirlas, a comprobarlas; conllevó a que unas Fuerzas Armadas ignorantes, toscas, burdas y ordinarias, inventaran una "trampita" para cubrir la cuota de cuerpos exigida y a la vez hacer unos "pesitos", esos mismos que Uribe les paga por los "muñecos" (como por seguirle el juego a esa jerga campechana, amable y bonachona a la que ya nos tienen acostumbrados cuando de hablar de hechos trágicos se trata). Entonces, ahora que los cuerpos y las cuentas se elevan de manera exagerada, inverosímil diría yo, y como viene sucediendo desde hace décadas en nuestro país, Andrés Felipe Arias alega que hay "falsos falsos positivos". Aunque así fuera, no hay que ser el más brillante para comprender la ecuación que propone: una familia de campesinos, aterrorizada por todos lados (guerrilla, paramilitares, ejército) es instigada no por su gobierno (eso no es instigación, es "seguridad democrática"), sino por bandidos. Así, los "inescrupulosos campesinos" deciden aceptar el jugoso trato y cooperan en la construcción del tinglado. La lógica me dice que un campesino atemorizado no tiene más escrúpulo que el de sobrevivir, entonces podemos decir que de hecho tienen razón. Estas personas no tienen escrúpulos, tienen UN escrúpulo: no dejarse morir.
Haciendo cuentas tenemos una guerrilla debilitada, doblegada, pero que hasta en sus últimos respiros arma complicadas estratagemas para difamar o apenas rasguñar al gobierno, unos campesinos que por oscuras razones andan de compinches con estos bandoleros y unos pobres militares que ya no pueden hacer bien su trabajo porque los están molestando. El ingenio de Andrés Felipe Arias ha resuelto el problema. Creará un fondo especial para contratar los mejores abogados en estas materias para que así estos pobres contrariados puedan seguir haciendo la tarea. ¡Eureka, de esta manera se garantiza la viabilidad y la continuidad de la seguridad democrática!
Aunque de hecho haya personas falsificando falsos positivos (tan solo la expresión es toda una atrocidad), tendría que comprenderse el problema con más argumentos, con un poco más de humanidad. Hay poco que decir, la cuestión es bien sencilla. Un mortal con más corazón y materia gris se daría cuenta que es un problema que implica mucho más tacto. No se trata de permitir que la máquina militar siga produciendo a todo motor. Es un problema de raíz en el que intervienen muchos factores: los cuerpos encontrados, las denuncias legítimas de las madres o familiares y esa otra parte del iceberg que aún no se termina de revelar, esto es, todos los casos de corrupción que todavía reposan en los engranajes de las Fuerzas Armadas y de nuestro gobierno, además del miedo de las víctimas, y las ideas geniales de la guerrilla, de los militares, de los precandidatos…
Lo mínimo por parte de Arias hubiera sido reconocer el dolor de las familias que han perdido a sus seres queridos a razón de unas prácticas condenables (ante las cuales no se han tomado medidas realmente severas). Debió haberse referido a las estrategias del gobierno para evitar futuros episodios de este tipo, a la situación legal y ética del Ejército actualmente. Pudo haber dicho mucho más, pero obviamente de todo eso nunca se va a hablar. Es ingenuo pensar que lo haría, es uribista.
En fin, me deprime escuchar discursos inocuos como estos, pero sobre todo me da miedo pensar que de hecho haya personas queriendo votar por alguien tan ingenuo y torpe como Andrés Felipe Arias.
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