Archivo de Margarita Córdoba de Solórzano en el Archivo General de la Nación*
Por: Vanessa Villegas Solórzano
Hace unos
días, la escritora española Laura Freixas recordaba que, cuando Marguerite Yourcenar
fue candidata a la Academia Francesa, Levi-Strauss se opuso. Dice Freixas: «No quería que entraran mujeres porque no hay que cambiar las
reglas de la tribu». Un artículo
reciente publicado en El País titulado Las
mujeres de la Bauhaus que la propia Bauhaus olvidó, menciona los nombres de
al menos diez artistas talentosas que, ocultas tras los apellidos de sus
maridos, quedaron por fuera de la historia de ese movimiento vanguardista. En la
ciencia hay ejemplos escalofriantes, por decir lo menos, como el de Rosalind
Franklin quien, a pesar de haber fotografiado el ADN por primera vez y ser fundamental
en la investigación que llevó a su descubrimiento, ni siquiera fue nombrada por
sus colegas que recibieron el Nobel en la ceremonia de entrega del premio.
Las reglas
de la tribu, como las llama Freixas, siguen vigentes.
A comienzos
del 2018 una búsqueda en Google, la herramienta más usada a diario por la
mayoría de nosotros, de Margarita Córdoba de Solórzano solo arrojaba cinco o seis
resultados todos asociados a la biblioteca que lleva su nombre en el
corregimiento de Santa Elena en Medellín. Es decir que en plena era de la
información, una persona interesada en conocer sobre la historia de los derechos
de las mujeres en Colombia no tenía acceso a una de sus protagonistas. Y,
aclaro, es una falla que se repite no solo en internet, sino en la bibliografía
especializada con una sola excepción: los libros de la historiadora
costarricense Lucy Cohen.
Margarita
Córdoba Quiroz nació en Medellín en 1921, hija de María Quiroz y David Córdoba
Medina. Estudió en el Instituto Central Femenino de Antioquia donde conoció a
quienes serían sus amigas entrañables: Esther Rabinovich y Selfia Cortés. Junto
a Selfia, ingresó a la Universidad de Antioquia a estudiar Derecho y fue allí
también donde conoció a otro grupo de mujeres que además de estudiar carreras
profesionales, estaban convencidas de que era inminente luchar por sus derechos
civiles y políticos: Fanny Posada de Greiff, Haydée Eastman, Mariana Arango,
Clara Glotmann, Libia Moreno, Elba Quintero, Sonny Jiménez y Concha Peláez. Todas
ellas fueron clave en la vida de Margarita y clave en la campaña del plebiscito
de 1957.
Y menciono sus
nombres, porque como ocurrió con Margarita, la historiografía olvida nombrarlas
y lo que no se nombra, no existe.
Cito las
palabras de Fanny Posada de Greiff en una carta en la que nos explicaba a las
nietas de Margarita, la labor que hacían en la Asociación Profesional Femenina
de Antioquia:
La APFA la creamos en 1956 un grupo de amigas para hablar y
organizar a un grupo de mujeres que luchara por nuestros derechos. Y era que en
ese tiempo se abusaba mucho de las mujeres en el trabajo, se les pagaba menos
que a los hombres, se les daba puestos menos importantes. Después el mismo
grupo apoyó el plebiscito que era votar a favor de una lista de cosas muy
importantes y muy buenas para Colombia y principalmente para las mujeres,
porque nos daba el derecho al voto por primera vez el 1 de diciembre de 1957.
En la Universidad
de Antioquia Margarita conoció a quien fue su compañero de vida, el también abogado
Mario Solórzano con quien tuvo a Cecilia, Mauricio y Mónica y a Clara Lía, mi
mamá y mamá de Melissa. Clara Lía quedó como hija única a los catorce años.
En 1958 Margarita
fue nombrada segunda suplente del partido liberal en las listas a Cámara de
representantes por Antioquia. Asumió como representante debido al nombramiento
del titular en otro cargo y al fallecimiento del primer suplente. En Bogotá su
casa fue la de la cantante y odontóloga Sylvia Moscovitz, otra de sus grandes
amigas.
Margarita fue
congresista por dos años en los que impulsó proyectos que velaban por la
educación y la inclusión de las mujeres, como el que permitía a las estudiantes
embarazadas seguir asistiendo a los colegios. También desde allí trabajó por el
nombramiento de mujeres profesionales en cargos públicos como el de la abogada
Berta Zapata, primera mujer en ser magistrada en la Corte Suprema de Justicia.
En su vida diaria
se dedicó a apoyar e inspirar a las mujeres, pues veían en ella un ejemplo de
lo que podían llegar a ser. Dio voz a las mujeres que nunca habían sido
escuchadas, y motivó a otras a alcanzar satisfacción en su carrera o en su
proyecto de vida, estuviera o no dentro de los estándares tradicionales. Su cotidianidad
estuvo rodeada por el conocimiento y cariño de mujeres que, desde sus saberes
profesionales o empíricos aportaron a la construcción de una sociedad más
equitativa en la que todavía queda mucho por hacer.
En 2019
googlear a Margarita Córdoba de Solórzano ofrece nuevos resultados, en parte
porque nosotras, su familia, fuimos conscientes de que no podíamos dejar en
manos de terceros la narrativa de la historia, de su historia que es también la
historia de las mujeres colombianas. Agradecemos muy especialmente a Martha
Tamayo por su compromiso, trabajo y gestión para que el archivo personal de
Margarita Córdoba quede disponible en el Archivo General de la Nación al
alcance de quienes estudian la historia de Colombia. Y les recuerdo, nos recuerdo,
que es nuestra responsabilidad velar porque este material se mantenga vivo por
el uso, pues para caer en el cajón del olvido resulta más poético quedarse en
el baúl de las abuelas.
*Nota: este texto fue leído el 7 de marzo de 2019 en la inauguración de la exposición Las mujeres y la lucha por sus derechos, y de la colección con el mismo nombre que a partir de esa fecha estará disponible en el Archivo General de la Nación. La colección contiene por un lado, el archivo personal de Margarita Córdoba de Solórzano y por otro, la documentación relativa a las iniciativas y actividades desarrolladas por la Red Nacional Mujer y Constituyente que se conformó y participó en el proceso que condujo a la expedición de la Carta Política que rige desde 1991.
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