miércoles, 30 de enero de 2008

Petición de principio

Por: Vanessa Villegas Solórzano


Yo no voy a salir a marchar el próximo 4 de febrero. Sin embargo, no estoy de acuerdo con las personas que rechazan la marcha y además usan argumentos cuestionables que buscan atacar a quienes la están organizando. La cuestionabilidad de dichos argumentos radica en que los opositores califican tanto a organizadores como a participantes de la marcha con eslóganes iguales a los que los anti-marchistas critican. Me explico. En un artículo que me llegó por correo electrónico, se habla de los participantes de la marcha como partidarios de "un gobierno guerrerista" o de seguidores de "un dictador de dudosa reputación" e incluso de "hacerle el juego a la oligarquía que desde hace décadas nos desangra". Tal como veo las cosas, escribir y enviar masivamente este tipo de artículos, cargados de un lenguaje tan agresivo es apelar a la misma lógica que usan aquellos a quienes están criticando, esto es, a los que convocan a la marcha: usted odia a las FARC, entonces marche. Aquí es, usted odia a Uribe o a sus métodos: entonces, no marche.

Me preocupa que sean una abogada y una periodista (Carolina Tores y Maureen Maya, respectivamente) integrantes de una fundación llamada "Cese al fuego" quienes firmen el artículo llamado "Sobre la marcha del 4 de febrero". Me preocupa, porque no se trata de ciudadanos que estén hablando sin mayores conocimientos de lo que pasa en este país y en esa medida desconozcan los alcances de afirmaciones como las citadas en el artículo. Por el contrario, se trata de dos personas que parecen trabajar de manera directa con el tema del conflicto armado colombiano, y que están enteradas de las dinámicas de éste. "Cese al fuego" necesariamente, debe implicar cese a las agresiones, tanto verbales como físicas, y el artículo está lleno de las primeras.

Entiendo también la necesidad de hacer algo, de manifestarse de alguna manera que tienen las personas que van a salir a marchar. El problema no radica en estar o no de acuerdo con las FARC. ¿Quién en Colombia hoy en día puede estar de acuerdo con las FARC y sus métodos? Está bien, muy bien que la gente en las ciudades sienta no sólo la necesidad de manifestarse, sino de involucrarse en el tema de la violencia que, para algunos, se vive sólo en el campo. Los habitantes de las ciudades colombianas llevamos demasiados años asumiendo que la violencia se vive en esas otras latitudes tan lejanas, y que nada tiene que ver con nosotros, gentes civilizadas y trabajadoras. De hecho, razonamientos como ese hacen que se acuñen frases como que "acá no hay conflicto armado" y que en algunos casos estemos convencidos de ello. También es cierto, como lo decía Maria Jimena Duzán en su artículo sobre este mismo tema, que la gente del campo no está enterada de los móviles de la marcha, al carecer de los canales masivos de información (internet, básicamente) a través de los cuales se ha difundido la convocatoria, y que tal vez teniéndolos, no estarían tan de acuerdo con ella como parecemos estarlo los habitantes de las grandes ciudades, que vemos y vivimos la violencia desde un ángulo muy distinto. En esa medida no le hago reparos a la marcha, aunque extraño manifestaciones de un mismo calibre cuando se trata de masacres de paramilitares, de sus confesiones antropofágicas, de las desapariciones forzadas por parte de organismos del estado, o de las condenas a políticos que adquirieron su curul gracias a las presiones ejercidas por grupos armados de izquierda o de derecha y cuyo sueldo es pagado con nuestros impuestos. Es sorprendente que ante tanta noticia aterradora, y con aterradora me refiero al terror que hay en ellas (no hay otro calificativo) nos hayamos quedado prácticamente callados.

Por eso hay que alegrarse de que por fin algo nos obligue a movilizarnos. Acá es donde vienen los reparos, pero creo que tienen que ver más con la naturaleza de los colombianos que con cualquier otra cosa. Mi mayor problema es que uno sale a marchar "en contra del secuestro" o "en contra de las FARC" y dos horas más tarde se da cuenta de que la marcha era "a favor del presidente", "por la unión nacional y una tercera reelección", o "en contra de la intervención venezolana". Ahí es donde se encuentra la mayor manipulación mediática, pero por eso creo que la manipulación tiene que ver con una naturaleza muy colombiana, y es la falta de convicción a la hora de tomar una decisión política. Nadie sale a marchar convencido, porque carecemos de una cultura política que la sustente; en consecuencia a cada quien le llenan el oído con lo que quiere oir en aras de amontonar más gente en las calles. Es así como a los de estrato 6 les dicen que en contra de las FARC y a favor del presidente y salen. A los de estrato 3 les dicen que en contra del secuestro y salen. A los de estrato 2 que por la unidad nacional y salen. Y al final, no hay una única voz al salir, sino la propia de cada uno, que es lo mismo que no salir, porque la gracia de las marchas es que todos hablen al tiempo de lo mismo, con la misma voz, a pesar de los matices que para cada uno pueda representar.

La pregunta que habría que hacerse, más que cualquier otra, es ¿qué me haría marchar a mi convencido?, y tal vez preguntarle a los amigos qué los motivaría a ellos. O preguntarse más bien si Colombia es un país de marchas, cuando cada cual se quiere salir con la suya siempre y nos queda tan difícil pensar en el otro. Y finalmente, ¿qué encontramos de conmovedor o de sugerente en esos correos electrónicos como para mandarlos a todos nuestros contactos? ¿Qué es lo que hay allí que queremos que el otro lo lea, lo entienda y esté de acuerdo con nosotros?