sábado, 1 de marzo de 2014

Voto con voz

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Cuando el entonces entrenador de la selección Colombia Hernán Darío Gómez se vio envuelto en un escándalo por golpear a una mujer, estas fueron las palabras que le escuchamos a la exsenadora y ahora aspirante a la gobernación de Antioquia Liliana Rendón en una entrevista con Yamid Amat: “Las mujeres no somos fáciles de manejar y lo digo con causa propia”, “nosotrOs fregamos mucho, nosotrOs somos muy necias… a veces provocamos reacciones no sólo en los hombres sino en las mismas mujeres”, “cuando nos queremos hacer las víctimas, lo hacemos perfectamente porque somos manipuladoras.” 

Por su parte, el empresario Andrés Jaramillo, refiriéndose a una denuncia por supuesta violación dentro del parqueadero de su afamado establecimiento comentó: “Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues a qué está jugando. Está bien, eso es natural. Para que ella después de excomulgar todos los pecados con el padre diga que la violaron”.  

Varios meses después, en un almuerzo en el que todas éramos mujeres, quedé sorprendida al escuchar que algunas de las presentes sugirieron que la víctima ahí era Andrés, que toda esa situación era una exageración, que esa mujer que denunció la violación estaba borracha, que seguramente se arrepintió al otro día y por eso había armado el escándalo.

La exclusión en el lenguaje es una forma, pero no la única, de ejercer violencia en contra de alguien. De hecho, borrar ciertas palabras del vocabulario, menospreciar e invisibilizar las opiniones de otros parece ser una forma muy efectiva de segregación. El género no se escapa de este problema y carga con el agravante de que para quienes vivimos en la ciudad, esta situación se ha banalizado a tal punto que ni siquiera somos capaces de entender de qué se trata. Esto, en buena parte, se debe a que los medios de comunicación como fiel reflejo del país en el que vivimos, no conocen los alcances de dejar de nombrar una cosa o de cambiar una palabra por otra, y declaraciones como las anteriores se quedan en la polémica del momento sin un análisis de fondo.

El cambio de “conflicto armado“ y “guerra en Colombia” por “amenaza terrorista” que se dio durante el gobierno de Uribe desató muchos debates entre historiadores y académicos (Semana). No fue una casualidad, pues un simple giro en las palabras le quitó connotaciones históricas a lo que vivimos en este país y empoderó al entonces presidente y seguro senador de un discurso que desconocía los orígenes y causas de los años de violencia que ha sufrido nuestro país. Como dice el artículo de Semana: “En el plano jurídico, la consecuencia práctica de que no haya un conflicto armado interno sino una amenaza terrorista es que dejaría de regir el Protocolo II de Ginebra. Si no hay guerra sino la persecución de criminales, no se aplicaría el Derecho Internacional Humanitario que la regula y que busca humanizarla. Es decir, se diluye la obligación de respetarle la vida al enemigo cuando se rinde, de proteger los bienes y la vida de los civiles, de respetar las misiones médicas, de diferenciar entre civiles y combatientes. Esto último significaría que el Estado no reconoce la distinción entre combatientes y civiles y por esa vía podría ponerles a los ciudadanos mayores obligaciones respecto de la política de seguridad democrática que a la postre los podría convertir en objetivo militar.”

Un análisis equivalente podría aplicarse a declaraciones como las de Liliana Rendón y Andrés Jaramillo, sin embargo los medios de comunicación colombianos no consideran que esto sea un tema prioritario y de hecho, lo aprovechan solo mientras genere audiencia. Y la falta de análisis se hace evidente al escuchar la opinión de las personas comunes y corrientes pues, a pesar de los escándalos mediáticos, lo que predominan son reacciones simples y sin argumentos, como lo demuestra la apreciación de algunas de las mujeres presentes en el mencionado almuerzo. Gracias a la forma en que estos temas son tratados y a la falta de claridad sobre sus consecuencias, son muchas las mujeres que pierden la perspectiva del alcance de esas declaraciones, que a la larga, nos afectan a todas por igual. ¡Al hablar de una mujer, está hablando de cualquier mujer y esa podría ser yo!

A la hora de votar nos hace falta pensar justamente, en quienes han estado marginados en el lenguaje y en el discurso. Las mujeres debemos pensar no solo desde la perspectiva personal, sino desde la de todas aquellas que no han tenido las mismas oportunidades que nosotras para que, más temprano que tarde, declaraciones como las de Liliana Rendón o Andrés Jaramillo no sean el pan de cada día.

Si las personas que nos sentimos aludidas o rechazamos declaraciones como las citadas, usáramos el malestar que nos producen tales afirmaciones como un primer filtro para escoger candidatos al senado y cámara, pensar en un congreso decente podría llegar a ser real. Y si esta información la hiláramos con declaraciones excluyentes, sexistas y discriminatorias de aspirantes al congreso como Roberto Gerlein, María Fernanda Cabal y José Obdulio Gaviria, por nombrar solo a algunos, el panorama de quién debe llegar a las cámaras se hace cada vez más claro y distinto.

Es obvio que este filtro no evita que candidatos como los nombrados arriba alcancen los votos necesarios para obtener su curul, pero sí podría hacer que algunos indecisos voten por aspirantes con una hoja de vida limpia y responsable para que puedan darle voz a los excluidos y en esa medida, que aquellos sin lugar en el lenguaje, logren un espacio en nuestra sociedad.

Ahora que las encuestas parecen tener más claro cuál es el panorama electoral, debemos aprovechar la información de portales que como las2Orillas, La Silla Vacía, Semana y Congreso Visible o sugerencias como las de Catalina Ruiz-Navarro, Florence Thomas y Ricardo Silva Romero, quienes ya han señalado sus preferidos.

Antes de que sea demasiado tarde, propongo el ejercicio de revisar las listas al congreso bajo la siguiente suposición solo para evaluar si el resultado coincide con su elección particular.

Cómo votaría a senado y cámara si usted
es mujer
es mujer afro
es mujer cabeza de familia
es mujer indígena
es mujer desplazada
es mujer que usa el transporte público
es parte de una minoría
es feminista
cree en las libertades sexuales y reproductivas
defiende el matrimonio igualitario
ha sido víctima de la violencia
hace parte de la comunidad LGTBI
se ha sentido excluida o excluido.