jueves, 1 de noviembre de 2007

Predicación subliminal

Por: Vanessa Villegas Solórzano

Algunos personajes han sido considerados por sus admiradores como dioses y hay sociedades en las que el endiosamiento se da con mayor facilidad que en otras. En Argentina, por ejemplo, en el campo político están Evita y Juan Domingo. La primera es casi una santa, se consiguen estampitas y oraciones; mientras que el segundo no es santo pero casi, y el mejor ejemplo está en la movilización popular que generó el traslado del féretro del general en el 2006 donde, como dice el diario La Nación, cuando la caravana partió de Buenos Aires a paso de hombre, en los alrededores del mausoleo era notoria la escasa custodia policial. No más de 600 agentes de la policía bonaerense (la mitad de los que se disponen para un partido entre Boca y River) recorrían la zona por la que se esperaba a más de 100.000 personas. En el fútbol, está el otro dios de los argentinos, Diego.

No hay que escribir el apellido, porque es más que obvio de quien se está hablando, por eso, y en honor a sus grandes acciones con la pelota, algunos seguidores decidieron fundar en ese país la iglesia maradoniana. ¿Iglesia maradoniana? Pues si, así es. Tiene casi 10 años de fundada y cuenta, según uno de los pastores-fundadores de la iglesia, con aproximadamente 260 mil feligreses alrededor del mundo. Sin entrar en detalles, los “maradonianos” celebraron su navidad el 30 de octubre, día del cumpleaños del astro del balón y día 47 de la era D.D. (después de Diego).

Ese mismo día en Colombia se analizaban en prensa, radio y televisión, los resultados de la jornada electoral, y con especial atención se trataba de entender cuál era la explicación para que Enrique Peñalosa hubiera perdido de manera aplastante ante Samuel Moreno. Estando en esas, me encontré con una entrevista a José Obdulio Gaviria (analista, pero sobre todo gran intérprete de lo que había sido hasta el momento, la filosofía uribista), y al escucharlo hablar no pude dejar de pensar en la similitud de los términos entre este asesor de la política nacional, y el pastor de la mencionada iglesia maradoniana. Apelando por supuesto, a la inteligencia superior del presidente (algo que, además de ser obvio para todos, se puede deducir de su popularidad), José Obdulio anotó dos veces en menos de 20 minutos que, cuando Uribe advirtió a los colombianos no votar por candidatos que compren votos, y no votar por aquellos candidatos que sean apoyados por las far (sic), lo que estaba haciendo era una predicación in genere para todos los políticos colombianos, y que el presidente hablaba en abstracto. Bajo esta argumentación, y recordando que José Obdulio es la misma persona que impulsa la impresión y edición de los discursos de Uribe en cuadernillos de bolsillo para que sean estudiados por los funcionarios de Palacio en aras de fortalecer el pensamiento y las filosofías de estado, se puede o bien sacar un par de conclusiones, o bien hacer algunas preguntas.

Empecemos con las conclusiones. Como lo sugerí unas líneas arriba, parecería que la filosofía uribista se está transformando en religión, pues predicar in genere, no es una actividad propia de un filósofo, sino de un salvador, y en tanto Uribe está predicando su propia palabra y no palabra ajena, ¿quién es el salvador? Ahora, entendiendo que el presidente es un ser de inteligencia superior, es decir, superior a todos los demás ciudadanos de este país, nos queda muy difícil (a los de inteligencia promedio) comprender a cabalidad el significado real de sus palabras pues siempre está hablando en abstracto. Lo que es peor, nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes no logramos saber cuándo es que él habla en abstracto y cuándo no, haciendo necesaria la ayuda de José Obdulio para poder interpretar sus predicaciones. Lo extraño es que, este ser de inteligencia superior se había caracterizado no por su hablar en abstracto sino en concreto, por decir las cosas tal y como le gustan a la gente, o al menos esa era una de las explicaciones para su gran popularidad.

La pregunta que queda es si para los que están por fuera de ese círculo de amor y fraternidad que parece ser el uribismo o para aquellos son capaces de ver las cosas desde lejos (como nos pasa a nosotros con los argentinos creadores de la iglesia maradoniana), ¿pertenecer o participar de la iglesia uribista no resulta tan gracioso como para nosotros lo es Santa Evita o creer que Diego es Dios? También habría que preguntarse si la falta de reflexión, de la que con seguridad acusamos a los feligreses del maradonismo y de tantas otras iglesias con las que no compartimos ideologías, ¿no nos estará rondando demasiado cerca a los colombianos? Por último, ¿sabrán los miembros de la iglesia maradoniana que lo que hacen es un chiste que en poco va a cambiar sus vidas? Creo que sí. ¿Saben los miembros de la recientemente aparecida iglesia uribista que no es en chiste lo que hacen?